3/10/13

Cómo comunicarse con un niño

La comunicación es uno de los elementos esenciales de la vida y es tan intrínseca a ella que va evolucionando según el devenir de las etapas de la vida. A medida que crecemos aprendemos formas diferentes de comunicar y por supuesto las reglas también cambian en relación con la evolución de nuestro interlocutor. Especialmente en caso de hablar con un niño.

Si nos centramos en un niño pequeño, estaremos hablando de un ser sensorial: es decir, un ser que en su diálogo con el mundo activa todos los sentidos: la vista, el oído, el gusto y el tacto, y que reacciona de forma inmediata a los estímulos que recibe. Esto es propio de todo niño desde su nacimiento hasta que experimenta la caída de los dientes de leche, que concretamente es una etapa de cambios muy importante.

Los antropósofos  de la escuela Steineriana identifican esta etapa, como el comienzo de un nuevo periodo en la vida. Para comenzar la escuela primaria, según ellos, el elemento fundamental que indica la madurez de un niño no es sólo la edad, sino un conjunto de características físicas que se van adquiriendo, incluyendo, en particular, el cambio de los dientes. Dientes de leche que comienzan a dar paso a dientes definitivos. El niño ya no será un ser que se comunica exclusivamente basándose en los sentidos, sino que comienza a convertirse en un ser reflexivo. Entonces la comunicación puede evolucionar desde un plano puramente sensorial a uno más racional.

Un niño se relaciona también con el adulto a través de un juego de imitación. Es más fácil comunicarse con él haciendo algo juntos, mostrándole cómo se hacen las cosas, que a través del discurso racional. El modo en que los adultos actuamos le muestra cómo funciona el mundo y cuáles son sus reglas mucho más que cualquier razonamiento. En la comunicación con un pequeño más que un proceso de lógica, se activa un intercambio basado en los sentidos y las acciones.

La comunicación con un niño no coincide con el concepto de “conversación”. Con un pequeño no se conversa. La palabra conversación viene del latín conversatio y está formada del prefijo con- (reunión), el verbo vertere (girar, cambiar, dar vueltas). Con un niño no se examina o se dan vueltas porque la comunicación se fundamenta en la aprobación o desaprobación de su manera de ser. Básicamente lo que el niño quiere saber de nosotros, aparte de cómo es el mundo, es si su manera de ser está aceptada o no. Nuestra aprobación o desaprobación al pequeño le puede llegar sólo a través de los sentidos, en un acto de tipo afectivo. Un niño nos pide ser amado, ser apreciado por lo que es y la aceptación que el adulto manifiesta hacia él, le permite su propia existencia. En definitiva, detrás de cada demanda de un niño está la pregunta: “¿Me quieres?”.

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Autor: Cristina Realini
Fuente: Espectacularkids