14/4/14

Ser padre hoy, ¿pero dónde me he metido?



Dicen que lo bueno de la humanidad es que siempre está en continuo cambio, que cada generación futura está mejor preparada y más desarrollada que la anterior. Eso es la teoría, supongo, porque en la práctica hay días en que no sabría yo que decirle a Darwin y coetáneos. Es que hay días, de esos que seguro conocéis en que uno no ve la hora de meterse en la cama, cerrar los ojos y dejarse caer y así reviente el mundo que tu lo único que deseas es que llegue mañana y todo se haya reseteado, pero bien, nada de botoncito no, un reseteo de esos que te llevas el cable y todo.

Y es que en esos días, uno mira hacia atrás, hacia esa época de señores (esa época en que a los padres se les llamaba señores y no a gritos) cuya únicas preocupaciones empezaban con la apertura del horario laboral y terminaban con el cierre de persianas. Llegabas a casa, un par de besos, unas palmaditas en la cabeza y los niños y sus problemas por un lado y tu por el lado opuesto a descansar. Ojo que me consta de varias madres que desean lo mismo, incluso de alguna que daría un brazo por un día así por semana. Y es que ahora me paro a pensar en eso de ser padre hoy, ¿pero dónde me he metido?

Declaración de intenciones
Quiero que conste en acta señoría que tal como estaba la situación, no podíamos seguir así. Que reconozco que iba siendo hora de ocuparnos de esas tareas que nos correspondían, que no es cuestión de ayudar sino de hacer nuestra parte del trabajo. Criar a unos hijos no es cosa del 80% para uno y el resto ya veremos como lo negociamos. Que me siento orgulloso de mi situación y de poder disfrutar de mis hijos, aunque haya días que no sepa que hacer con mi vida. Pero…

No me nieguen que nos hemos metido en esto sin leernos la letra pequeña, que hemos hecho la típica machada de “a que no hay…” y nosotros nos hemos lanzado al pozo de cabeza, sin flotador y con el móvil en el bolsillo. Y es que esto de ser un padre moderno, implicado en todo lo que tiene que ver con la educación y desarrollo de tus vástagos no es fácil. Que no saben la sensación que da después de soltarle a tus hijos un “ni Maya, ni Mayo. ¡He dicho que hoy no hay tele!” Te sientes invadido por el espíritu de tu madre y en esos momentos no piensas otra cosa que “anda mamá, sal de aquí ya” y oyes al fondo una voz que dice, “¿pero a ti te parecen formas de llevar a los niños? ¿Tu has visto cuanta mancha?” Y no me digan que eso no da mal rollo.

Recuerdo que de pequeño terminaba el día con barro y porquería para llenar dos macetas, pero eso sí, a la mañana siguiente ibas a clase de punta en blanco (o casi). Yo hoy en día, con esos detergentes del futuro, 57 tipos diferentes de suavizantes y 27 de lejías no necesito marcarle la ropa a los peques, la puedo reconocer por las manchas.

Las marcas de la nueva paternidad en la sociedad
Una de las marcas más claras del aumento de la presencia masculina en la educación y cuidado de los hijos es, para mi, la proliferación de aparatos, llámenlos gadgets, relacionados con la crianza que realizan funciones que tu madre era capaz de realizar a pares y sin cacharro ninguno. Así tenemos cámaras que vigilan cualquier movimiento de nuestro bebé, ropa que nos avisa si el niño tiene fiebre o se le ha escapado el pis del pañal, sistemas de gps que mantienen localizados a nuestros hijos y mi favorito, coches de pedales que pueden ser dirigidos por control remoto, ese seguro que lo inventó un hombre, sólo a nosotros se nos puede ocurrir semejante artilugio para mantener a tu hijo entretenido mientras te tomas una caña tranquilo. Estoy seguro que proximamente aparecerá una máquina en la que metas a tu bebé, selecciones el programa deseado y tras x minutos el niño salga cambiado, vertido para la ocasión y perfumado (y si no me creen, esperen y verán). Hemos pasado de ser unos padres que delegaban todo lo relacionado con sus hijos a sus parejas o madres a estar todo el día sobrevolando sobre sus cabezas por si les pasa algo.

Y es que no podemos abarcarlo todo, vale que seamos capaces de hacer más de una cosa ala vez, pero llegar al nivel de nuestras madres dudo que sea posible. Para tener todo perfectamente controlado como hacían ellas necesitaríamos al menos un Personal Baby Assistant, o algo así,(quizás tengamos que pulir un poco el nombre), para que nos ayude con todo lo que uno o más niños requieren en un día normal.

Los vas a recoger al colegio o a la escuela infantil y te los llevas al parque y ves a esa madre que saca de su bolso 3 bocatas, la botella de zumo, la de agua y una bolsa de galletas caseras. Que las galletas no le gustan al más pequeño, no pasa nada, sacamos unas magdalenas del bolso. ¡Pero si en 10 minutos ha montado un catering que ya lo quisieras tu igual en las convenciones de empresa! Y tu ibas tan feliz porque hoy no se te había olvidado la merienda. Y menos mal, porque seguro que no volvía a colar decir eso de que el pediatra le había puesto a dieta.

Y es que da lo mismo las veces que hayas ido al parque, tu te sientes como un bicho raro entre tanta profesional y parece que te has colado en los entrenamientos de la selección de fútbol. Lo mismo que cuando toca comprarles ropa. De hacerlo a ojo mejor que te olvides, porque o tu hijo es de medidas estándares o vas a tener que volver a descambiarlo todo, y aún así nadie asegura que aunque le valga no tengas que descambiarlo por incompatibilidades entre tus gustos y los de su madre. Aquí tenemos a nuestro aliado, el smartphone y los envíos de imágenes para saber si lo que tenemos en la mano es un tres cuartos o una camisa vaquera.

Las visitas al pediatra. A ver, yo lo que entiendo por llevar a mi hijo a que le vea el pediatra es para obtener una respuesta de un profesional al estado de mi hijo. Si está enfermo quiero saber que le pasa y cómo se cura y si es por una revisión, pues saber si todo va como debe ir. Pero, parece que detrás de toda visita se esconde una batería de preguntas en múltiplos de 100 que siempre se me olvida hacerle sobre el estado, vida y milagros del niño. Por no hablar que tu madre es capaz de encontrarle a tu hijo un mínimo de 10 comportamientos potencialmente mortales que tu ni siquiera sospechabas que existían y al menos media docena de síntomas, la mitad de los cuales son de enfermedades tropicales.
padre-bebe

Pero nuestro Talón de Aquiles, allí donde seguimos teniendo mucho que mejorar es en los primeros años de vida de nuestros hijos. Porque eso de salir con los mayores, llevarlos a extraescolares, a la compra o pasar tiempo con ellos es algo que ya hicieron nuestros padres, el que más o el que menos. Pero eso de sacar a tu hijo de pocos meses de paseo para que su madre descanse un poco o pasar una tarde con un bebé cuyo nivel de comunicación se mide en escales de llanto sigue siendo algo en lo que no se ve a muchos. Cada día hay más, que conste, pero hay una diferencia muy acusada entre el tiempo que pasamos cuidando de nuestros hijos cuando son bebés al que les prestamos cuando ya son un poco más mayores. También siguen siendo ellas, las madres, las que cargan con la mayoría de las decisiones “difíciles” que conlleva tener un hijo, como la reducción de jornada o la de solicitar días de permiso para llevar a los niños al médico.

La sociedad va cambiando, quizás no tan rápido como le gustaría a muchas, pero el cambio hacia nuevos roles de padres en esta sociedad es evidente y sobre todo se está haciendo visible, que es quizás lo que más está ayudando a que cada día más hombres se hagan cargo de la parte que le corresponde. Siempre ha habido padres que tenían muy claro cual era su papel y desde luego no era el que les vendían, pero como muchas otras cosas se hacía de espaldas a la sociedad. Muchas veces oigo comentar a la gente que su padre no era el estereotipo de cabeza de familia que se vendía en las revistas o en la tele y sin embargo ese es el papel que la sociedad ha mantenido, justamente el que debemos cambiar.

Fuente: http://www.bebesymas.com
Leer más: http://www.bebesymas.com/ser-padres/ser-padre-hoy-pero-donde-me-he-metido