1/5/14

La "pandemia global silenciosa", o los factores ambientales que causan daño tóxico al cerebro de los niños


En las últimas décadas, han aumentado las tasas de discapacidades del desarrollo, asma, obesidad, diabetes, y ciertos tipos de cáncer en niños. De etiología compleja, los expertos señalan otros factores que – además de la genética – pueden estar influyendo.

Entre ellos se incluyen los factores ambientales, el agua, los alimentos, déficits nutricionales o estrés psicosocial. Son factores causales capaces de interactuar con la predisposición genétia, y también unos con otros.

En la actualidad todos asistimos a la incapacidad de los gobiernos para abordar las amenazas ambientales, y quienes más sufren las consecuencias, son los niños (también los que aún están en su período prenatal). “Según la OMS, el 36 por ciento de la mortalidad infantil mundial es atribuible a estas causas ambientales; y (atención) el 43 % de la carga ambiental total de estas enfermedades recae en los menores de cinco años.

Un estudio científico publicado en The Lancet, atribuye a los productos químicos, el aumento de la lista de niños con algún tipo de trastorno del desarrollo (cuya incidencia se ha duplicado desde 2006). Podría ser que el autismo, el TDAH y la dislexia, estuvieran ‘favorecidos’ por la contaminación ambiental.

Los expertos que han participado en el estudio, califican las consecuencias de la exposición a estas ‘amenazas ambientales”, como una “pandemia global silenciosa”. Y bueno, ya nadie se esconde al señalar la contaminación ambiental como factor relacionado con la aparición de asma, defectos cardíacos congénitos, bajo peso al nacer, … y la lista continúa.

En la foto de portada se observa una protesta contra los que los manifestantes llaman “criminales ambientales”, y puede que pensemos que no es la solución; pero sin presión social difícilmente observaremos más compromiso en este tema

Philip J. Landrigan y Ruth A Etzel son los autores del estudio, y de un libro titulado “Children’s Environmental Health”, que editado por Oxford University Press, ha sido editado este mismo año. Ambos son pediatras, y poseen mucha experiencia intentando conjugar los logros de la investigación, con los compromisos de los políticos.

Los contaminantes ambientales y la salud de los niños
Tal y como se expone en el estudio, la mayor preocupación es el elevado número de niños que se ven afectados por daño tóxico para el desarrollo del cerebro. Sufren una reducida capacidad de atención, retraso en el desarrollo y bajo rendimiento escolar. Los expertos sospechan que los productos químicos industriales están emergiendo como posibles causas
Los efectos de la exposición muchas veces son prevenibles, y los esfuerzos deberían centrarse en esto. Porque durante los primeros años de vida, los órganos de desintoxicación y reparación aún son inmaduros, por eso estos contaminantes pueden influir en el desarrollo, y esto es susceptible de acarrear consecuencias duraderas.

En algunos sectores existe un verdadero interés en la protección de la salud ambiental, y especialmente en lo tocante a la infancia, sin embargo a día de hoy aún se les considera críticos, pero en definitiva el espíritu crítico es muy necesario y más aún en los tiempos que corren, de lo contrario difícilmente podremos avanzar hacia una situación mejorada.

El libro es muy completo (aunque complejo para público general) y analiza los productos químicos asociados con enfermedades crónicas y trastornos del desarrollo; también aporta pistas sobre cómo pueden estos debilitar el desarrollo neurológico de la infancia. Se aportan pruebas, y se apunta a las estrategias de prevenir y controlar enfermedades que tengan origen ambiental.

Los investigadores han encontrado 214 sustancias potencialmente peligrosas, tanto como frecuentes en ambientes muy industrializados, o ciudades con gran volumen de tráfico: manganeso, fluoruro, pesticidas, éteres, tetracloroetileno, mercurio, bisfenol A, formaldehído, y un largo etc.

Como nos cuentan desde FAROS, “los expertos recomiendan la creación de un centro internacional de evaluación de productos, que pudiera certificar si son o no neurotóxicos. Una solución que no debería suponer un gran inconveniente, pues existen desde hace tiempo los medios técnicos necesarios para hacer esta clase de pruebas”.

Fuente: http://www.pequesymas.com
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