23/11/10

El Embarazo Psicológico Y La Psicología Del Embarazo

Entre risas y bromas, claro, alguna vez, he escuchado decir a mi marido y a sus amigos, que lo peor de un segundo embarazo es soportar el mal carácter de su mujer durante otros nueve meses. ¿Tan insoportables nos ponemos? Reconozco que, al principio, me encontraba cansada, de mal humor y que lo único que me apetecía era comer y dormir, pero seguro que estos contratiempos no me duraron tanto tiempo.

Es más, a lo largo de mi vida, he tenido la oportunidad de conocer a personas que siempre estaban de mal humor, que constantemente se quejaban de su cansancio, y para las que comer y dormir era algo más que una necesidad biológica. Y lo más sorprendente es que todo esto no constituía en su vida un tránsito pasajero, sino que parecía que el embarazo psicológico se había instalado en su rutina diaria y pertenecía a su carácter y a su personalidad como si constituyera realmente una parte de sí mismo.

Lejos de la ironía, el embarazo psicológico tiene un efecto nocivo tanto en el cuerpo como en la mente de la mujer y esta condición se manifiesta produciendo cambios corporales reales como los que suelen darse en un embarazo normal. Es capaz de modificar el ciclo menstrual, las glándulas mamarias, la secreción de leche y de provocar una sensación sugestiva de movimientos fetales. Muchas mujeres suelen también presentar náuseas y subir de peso.

Por todos estos factores, ésta es una patología peligrosa, ya que la mente puede ejercer un poder muy grande sobre el organismo del ser humano. Los expertos señalan que la causa principal de un embarazo psicológico en la mujer parte del deseo incontenible de tener un hijo, de fortalecer los lazos conyugales o de sentirse joven y productiva.

Pero, el embarazo psicológico también puede darse en los hombres, al sentirse identificados con su pareja cuando está esperando un hijo. Su deseo de sentirse partícipe del proceso de gestación compartiendo absolutamente todo y su carácter protector, que le lleva a procurar que su mujer sufra mínimamente las molestias propias de su estado, le llevan a identificarse con ella. De este modo, ambos pueden estar de mal humor y tener las mismas ganas de comer y dormir. Pero, al final, gráficamente, lo que suele ocurrir es que cuando ella da a luz, pierde su barriga y él se queda con la suya.