Una discusión que está a la orden del día entre padres con hijos preadolescentes es la conveniencia de que tengan o no smartphone a tal o cual edad… aunque en verdad hay veces que ni siquiera se piensa antes de tomar esa decisión. Un compañero de mi hijo que ya tiene los 11 acaba de conseguir un terminal de segunda mano que sus padres le han dado, después de contratar llamadas y tarifa de datos para él. Justamente son una pareja muy comprometida en la educación de los niños, y tienen una situación socio familiar que pensaban motivaba de sobra el que el niño tuviera móvil.
Como digo no siempre se analizan pros y contras, y muchas veces basta con que el peque “pida por esa boquita” para que al día siguiente tenga su flamante dispositivo sobre su mesa de escritorio, sin contar con otros que lo obtienen como regalo de Comunión. En el caso que comento, los padres han tardado poco en darse cuenta de que se está realizando un uso un tanto indiscriminado de la mensajería instantánea, y de que (a pesar de haber acordado lo contrario), el smartphone se ha convertido en una mini consola llena de juegos.
Hay una serie de limitaciones relacionadas con la utilización temprana del móvil, y una serie de responsabilidades que los padres debemos asumir
¿Necesitan un smartphone? ¿por qué lo necesitan?
Tengo la sensación de que siempre tengo ejemplos de situaciones en las que la utilización de estos dispositivos es indiscriminada, y la edad de sus usuarios me parece inadecuada (por ejemplo comenté ayer sobre otros niños de la quinta de mi hijo que se pasaban la tarde con los dedos pegados a la pantalla). Así os cuento otro caso en el que sí se reflexiona antes de responder al hijo: en esta ocasión el menor tiene ya 15 años, y sus padres por el momento no se han planteado comprarle móvil propio.
En una conversación con otros padres de niños en Secundaria, el resto intentaban argumentarle una supuesta necesidad de teléfono, a pesar de que el chico está bien integrado, y tiene sus mecanismos para contactar con amigos y compañeros (es verdad que se pierde conversaciones por whatsapp, como lo es que los mensajes suelen ser en un 90 por ciento emoticonos, palabras sueltas tipo ‘hola’ o ‘jajajaj’ o para compartir vídeos y fotos).
En un momento dado alguien comentó “¿y si un día vuelve a casa y tú no estás, cómo te llama?” Os tengo que decir que me quedé atónita, porque considero que con esa edad, debe saber qué hacer en situaciones excepcionales (aunque no tenga teléfono en la mano), cómo hacíamos a esa edad nosotros ¿no? En otras palabras, para que maduren y tengan autonomía, debemos creer en ellos, y potenciar estas capacidades.
Mi postura y mi experiencia es que el mayor ni tiene ni tendrá de momento smartphone, dentro de un año estará en Secundaria y no sé que haré; aunque con peques de esa edad que tienen movimientos bastante limitados y en grupo, no parece indispensable, pero es pronto para afirmar si tendrá o no móvil a los 13, a los 14, o a los 15. Lo que sí que sé es que se pactarán normas, que no lo tendrá por la noche, y que supervisaremos de cerca para que ejerza la “ciberciudadanía” a través de él, a la vez que educamos en el mantenimiento de la privacidad.
¿Entonces a qué edad?
Parece haber consenso en que antes de los 12 no, y aquí ya estamos fallando un poco, se supone que a los 8, 9, 10, 11 se tienen pocas habilidades para una utilización segura; aunque habrá algunos que sí que lo usen responsablemente, y otros de 16 años que hayan participado en episodios de ciberacoso a través del smartphone. Lo que falla de verdad es que no queremos reconocer que en ocasiones la mala utilización de la tecnología ocasiona problemas, y que tan importante es la intimidad de uno mismo, como el respeto a los demás.
Pero es que además, si no tenemos cuidado, un móvil puede provocar un descanso deficiente por la noche (si no se lo retiramos al niño antes de irse a dormir); así como adicción tecnológica; y convertirse en víctima de algún fraude.
¿Nos parece poco? pues entonces os digo que en Internet hay riesgos a los que no debería exponerse ningún niño, como contactar por imprudencia con algún adulto que le convierta en candidato a sufrir grooming; o visualizar contenidos inapropiados. Otra cosa más: cuida las habilidades off line de tu hijo, un uso excesivo de la tecnología las inhibe.
La tecnología no es negativa per se… la mala utilización de la misma la convierte en una herramienta perniciosa. Basta con ver como los niños se “escudan” en su dispositivo para ofender a otros de los que en teoría con amigos.
¿A qué edad? ¿me lo preguntáis otra vez? El que fue Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, informaba de que nunca antes de los 13 / 14; hay otros expertos que sitúan el límite un poco más arriba, porque la madurez (no es que los niños sean inmaduros, es que tienen un desarrollo adecuado a su edad, y no incluye pensar en las consecuencias o ver las cosas desde una perspectiva global) empieza a llegar a los 15. Así que ya veis, puede que nos deberíamos esperar un poco más, la pregunta es ¿nos dejamos llevar por la corriente o salimos del confort de hacer lo que todos hacen?
Si nuestro hijo va a tener su smartphone, tenga la edad que tenga…
Pactemos normas de utilización con él (esta madre lo hizo mediante contrato escrito, no es necesario tanto).
El móvil es ¿suyo? pero lo hemos pagado nosotros, las normas pueden incluir perfectamente (no os preocupéis que no los maltratáis por eso) que no lo lleva a clase, o en fin de semana, que le es retirado a las 21 horas, etc.
Da ejemplo: cuando estás en casa tus hijos son más importantes que responder un whatsapp, no te vayas a la cama con tu teléfono, no contestes mientras estáis comiendo…
El terminal debe estar protegido frente a virus maliciosos, y también puedes establecer un control parental.
Dialoga frecuentemente con los niños sobre riesgos, utilización positiva y posibilidades de uso.
Si tienes que establecer horario hazlo sin miedo, si tienes que prohibir contenidos, hazlo también.
Déjale claro que los demás merecen respeto… también a través de Internet.
Y también que la privacidad es “sagrada”, tanto como su habitación a la que no querría que entrara ningún desconocido.
Como conclusión se podría decir que es una decisión a meditar, y hay varias preguntas que nos tenemos que hacer ¿lo necesita? ¿está preparado / a para realizar un uso responsable? ¿estaría bien justificada la decisión de que el niño tenga su propio móvil? ¿estamos dispuestos a guiar en su uso? ¿y a intervenir si hay problemas? Estas (y quizás otras) preguntas serían las que nos dieran la respuesta, y no la demanda del niño o niña, que por otra parte no tendrá ninguna carencia real si debe esperar un poco antes de tener su smartphone.
¿Y qué si nos cuentan que uno de cada dos menores menores de 18 tienen ya smartphone?
Fuente: http://www.pequesymas.com
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