Ambas forman parte de un grupo de enfermedades que tienen una denominación común (Enfermedades de Sensibilización Central), y además de las manifestaciones físicas que las acompañan, tienen consecuencias psicológicas y emocionales marcadas.
En ambos casos conseguir un diagnóstico certero puede ser complicado, puesto que la sintomatología se confunde con otras enfermedades, además de que al tratarse de dolencias emergentes, su estudio está rodeado de bastantes dificultades. Por otra parte, como comentábamos en este post, suele darse un enfoque tendencioso hacia ‘lo psicológico’ de su origen, llegando algunos profesionales a negarlas, o dificultar su reconocimiento.
Hablemos sobre la Fibromialgia
Los niños que la padecen alertan sobre dolor muscular generalizado, que suele ser de tipo ‘sordo’, aunque según leemos en Kids Health, en ocasiones llega a ser punzante o pulsátil. En el cuerpo de las personas enfermas se localizan más frecuentemente una serie de puntos dolorosos, cuya intensidad aumenta al ser presionados (cabe recordar aquí que el dolor nunca se asociará con un estado saludable, aunque para llegar a él medie la presión).
La fibromialgia es crónica, si bien la sintomatología asociada puede no manifestarse de forma continuada. Fatiga, problemas para dormir, problemas de memoria, ansiedad, dolores de cabeza… también forman parte del sufrimiento de niños o adultos con fibromialgia.
Aun a riesgo de reiterar, la parte más compleja cuando un niño o adolescente se ve afectado por fibromialgia, es dar con un profesional de la salud que sepa reconocer los síntomas, o que sepa cómo encarar las pruebas diagnósticas y el posterior tratamiento. Si es más complicado en la edad pediátrica es porque es importante saber controlar los síntomas, y ello resulta más fácil con la madurez
¿Qué hay de los tratamientos?
Si un pediatra sabe a qué se enfrenta, indicará la necesidad de llevar una alimentación saludable, realizar regularmente actividad física y dormir las horas suficientes. La fibromialgia cursa con dolor y rigidez, y en ese sentido los analgésicos ayudan en el alivio del dolor, pero aunque se trate de aquellos para los que no es necesaria receta, se debe consultar previamente al médico.
Si a los adultos les va bien, a los niños también: hay disciplinas como el yoga y el taichí que alivian el estrés producido por el dolor constante; también son útiles los masajes y los ejercicios de respiración.
SFC: un síndrome incapacitante
En 2011, Pediatrics publicó un estudio de un equipo médico coordinado por el doctor Nijhof (médico en el Hospital Infantil Wilhelmina en Utrecht / Países Bajos). En él estimaba una prevalencia de 111 adolescentes por cada 100.000, con una incidencia anual de 12 por 100.000 niños. Realizaba una aproximación en base a la que uno de cada 900 adolescentes es susceptible de desarrollar SFC. Por lo tanto, aunque se habla de una mejor recuperación de los menores en comparación a los adultos, no deja de ser preocupante.
Tiene componente físicos y psicológicos o emocionales, lo cual derivará entre otras cosas, en pérdida de interés en sus actividades habituales, y dificultades en las relaciones sociales. Como la fibromialgia, afecta a más chicas que chicos.
Los Centros de control y prevención de enfermedades en Estados Unidos, establecen dos criterios médicos para facilitar el diagnóstico:
Fatiga inexplicable de seis meses (o más) de duración, sin causa evidente. A los afectados les es muy difícil levantarse y realizar acciones sencillas como vestirse, no digamos ya ir al Instituto, o realizar actividades que requieran más concentración como tocar un instrumento. El SFC no mejora reposando o durmiendo.
Si aparecen además cuatro o más de los siguientes síntomas combinados con el anterior criterio, consulta con el pediatra:
Problemas de concentración y memoria a corto plazo
Dolor de garganta
Ganglios linfáticos inflamados y dolorosos al tacto
Dolor muscular
Dolor articular en ausencia de inflamación o enrojecimiento
Dolor de cabeza más fuerte o distinto del habitual
Sueño reparador (es decir, no sentirse descansado ni siquiera después de dormir)
Cansancio o agotamiento que dura más de 24 horas después de hacer ejercicio físico
Un buen diagnóstico y la aplicación de las terapias adecuadas serán necesarios para conseguir una mejor calidad de vida. Pero recordad siempre que son aspectos a determinar por el pediatra, aunque para ello tengáis que consultar varias opiniones. Esta entrada es informativa, y su principal objetivo es llamar la atención sobre unas enfermedades que hace 20 años provocaban la ironía del entorno, y hoy siguen acompañadas de incomprensión y dificultades.
¿Una o varias causas?
Se cree que son enfermedades multicausales, y hemos oído hablar sobre la respuesta corporal a ciertos acontecimientos como infecciones o lesiones. Puede también que haya factores genéticos involucrados, y ciertas afecciones relacionadas con el sistema inmunitario (como las alergias) también computan como posibles causas. Se ha investigado hasta sobre la hipotensión que padecen algunas personas son Síndrome de Fatiga Crónica…
Pero a mí me gustaría recordad que Robert Cabré, que lleva varios años estudiando el tema, insiste en considerar como causa la exposición a contaminantes, que además ha sido investigada de forma exhaustiva. Al mismo tiempo nos invita a abandonar la causalidad relacionada con traumas infantiles, que en opinión de este profesional resulta ser un concepto de lo más arcaico.
Tanto en el caso de la fibromialgia, como en el síndrome de fatiga crónica, es muy importante la atención a la expresión de las emociones, y facilitar que el menor entre en contacto con otros con el mismo problema, sin que por ello deba abandonar las actividades habituales que pueda realizar. Para cumplir esta función existen asociaciones de ámbito local o nacional a las que poder consultar.
Fuente: http://www.pequesymas.com
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