Es hora de ‘ponerse las pilas’ y empezar a regularizar rutinas, no sólo porque las clases se reanudan en pocos días, sino también porque el cuerpo y la mente de nuestros hijos agradecerán que los mandemos a la cama a una hora razonable, y que recuperemos en nuestros hogares el equilibrio alimenticio del que hacemos gala cuando no son vacaciones.
Parecen ser comunes durante el verano los desayunos casi a la hora de comer, la (casi) ausencia de merienda, disminuir la ingesta de frutas en favor de helados y batidos, cenar a las 23 horas… Entre unas cosas y otras acabamos todos cansados, especialmente los padres que no nos podemos permitir dormir 12 horas como nuestros hijos; y en los peques hace mella una alimentación que desde el punto de vista de la nutrición podría incluso calificarse de deficitaria.
Así que hoy toca hablar del despertar y el desayuno: para ir despertadores más pronto, los tenéis que acostar (o mandar a la cama) también más temprano. Os (y me) recuerdo que los niños de hasta 12 o 13 años deben dormir un mínimo de nueve horas diarias, un mínimo he dicho, los hay que necesitan más; y que en adolescentes el mínimo se puede reducir hasta 8 y media. Si no se cumple ese requisito, podremos despertarlos pronto, pero estarán agotados durante el día aunque no tengan actividad, incluso puede que malhumorados, sin contar con que también presentan menos capacidad de reacción (no es conveniente cuando se tiene edad de pasarse el día jugando)… además en pocas semanas también lo notaríamos en el rendimiento escolar.
Abre los ojos que es el primer día de escuela
Una frase que (imagino) les gustará a pocos niños, y de hecho tampoco es que debamos esforzarnos en que estén de acuerdo con esto, pero si que podemos facilitar la transición en el primer día, y el resto. “Cada uno en su casa…”, seguro que tenéis vuestros trucos, pero sabed que cuando dejan de funcionar es hora de ponernos a pensar en otros.
Aunque tengáis el tiempo calculado: les despierto, caliento el desayuno, les llamo para que bajen, me asomo al recibidor para asegurarme de que dejaron las mochilas preparadas, saco de la nevera los bocadillos que preparé anoche, los pongo en las mochilas, les vuelvo a llamar, mientras desayunan dejo la ropa sobre las camas, etc. (es increíble que todos lleguemos a hacer tantas cosas en tan solo una hora y media). Decía que aunque el tiempo esté calculado, si abrimos la habitación 15 minutos antes, estaremos todos más relajados.
La persiana a medio subir para los niños más sensibles a la luz después del sueño, un tono de voz suave, y alguna que otra caricia en las mejillas. Pero además podéis:
Utilizar música (no muy alto el volumen por favor).
Leerles en voz alta (pero no gritando) un par de estrofas de un poema que sea comprensible para ellos.
Decirles que se vayan despertando mientras tú despiertas a sus pies, sus manos, su barriga, sus orejas (mientras acaricias con una pluma esas partes del cuerpo)
Escribirles pequeños carteles alusivos a hechos importantes que ocurrirán durante el día, y dejarlos sobre la almohada: “Tu primer concierto como violinista, estaremos allí para animarte”, “me encantará ver la demostración de kárate que habéis preparado”, “Ese examen tan bien preparado merece un 10, después me lo cuentas”, “¿Recuerdas que hoy vienen los primos a celebrar tu cumpleaños? ellos también tienen ganas de verte”. Pueden servir como incentivo, y desvían un poco la atención sobre otros aspectos de la vida de los niños que pare ellos son muy importantes.
Inventarte el principio de un cuento corto sobre ellos, y decirles que lo acabarás cuando vengan a comer”
Lo más importante es que siempre, siempre es recomendable despertar antes de lo que se prevé, incluso teniéndolo todo preparado, las prisas no son buenas.
Un buen desayuno: fuente de energía
Es una de las tres comidas más importantes, sabiendo esto, es comprensible que se nos den tantos consejos para que sea completo y equilibrado; el desayuno debe cubrir como mínimo el 25 por ciento de las necesidades nutricionales, el resto se reparte en otras cuatro comidas, de las que dos también son fundamentales.
La primera comida del día, con razón oímos tanto eso de “desayuna como un rey”, no es para menos después de tantas horas de ayuno; y con razón nos recomiendan que incluya (al menos) un alimento de cada grupo. Cereales y otros azúcares, grasas como aceite e oliva (en representación de los alimentos energéticos), lácteos o algún embutido como alimentos plásticos, frutas y alguna verdura (como el tomate) son alimentos reguladores.
Aquí tenéis esta guía para planificar desayunos saludables, el resto está en vuestras manos. Es importante la variación porque dentro del mismo grupo los alimentos tienen distintas propiedades (por ejemplo las manzanas y las naranjas).
Un buen desayuno no sólo es fuente de energía, es que además ayuda al aporte de distintos nutrientes, en la prevención de la obesidad, y a un buen rendimiento físico e intelectual, prestemos pues la atención que se merece, es un motivo más para despertarles esos 15 minutos antes, con tiempo es más fácil que acepten un desayuno completo, y puedan acabarlo.
Fuente: http://www.pequesymas.com
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