3/1/15

Cinco consejos para ayudar a los niños en la adaptación a la guardería

Estamos en días complicados para muchos niños y para sus padres porque son días en que los niños están empezando a ir a la guardería por primera vez y días en que están haciendo el periodo de adaptación a esta nueva vida que llevarán a partir de ahora.

No existe una receta mágica que haga que los niños entren felices y contentos a la guardería, pero sí hay algunas recomendaciones y pautas que pueden seguirse para tratar de ayudar a los niños a que este complicado proceso sea mejor o para que, como mínimo, se sientan comprendidos. A continuación vamos a explicaros cómo (tratar de) ayudarles a vivir mejor el periodo de adaptación a la guardería.

Tened en cuenta que ellos no han pedido ir a la guardería
Lo siento, pero tengo que decirlo para, a partir de esta base, construir el resto de recomendaciones al respecto: los niños no piden ir a la guardería, al menos no la mayoría. Si por ellos fuera estarían siempre con mamá o con papá, jugando con ellos, pasando tiempo con ellos, creciendo como seres emocionales que aún no saben nada de la vida.

Es cierto que ven niños y se tiran, es cierto que les encanta compartir espacio con otros niños, pero también es cierto que no cambiarían a un niño por su madre. Dicho de otro modo, ver que quieren estar con otros niños no significa que los sustituiría por mamá durante varias horas al día, sino que les gustaría estar un rato con ellos y con mamá a la vez.

Si hablamos de niños más pequeños (habréis deducido que hablaba de niños de más de un año) la premisa sería la misma: con mamá y papá están mejor. Sé que mucha gente cree que la guardería es beneficiosa para los niños, que les ayuda a socializar o algo así. Sin embargo lo más recomendable es que pasen los primeros años con sus padres, en un entorno conocido y estable. La guardería, la escuela infantil, queda entonces como una solución a un problema, que no es otro que la ausencia de un cuidador.

Mamá y papá trabajan, pues no hay más, alguien tiene que cuidar de ese niño, o una cuidadora de la familia, o una contratada, o una escuela infantil.

Sabiendo que ellos no lo elegirían
Entonces, sabiendo que ellos no elegirían ir a la guardería (repito, que sé que esto que digo puede ser doloroso, pero es que es así y es necesario comentarlo), los padres debemos tener en cuenta que pueden llevar muy bien la adaptación, la pueden llevar regular y la pueden llevar fatal, y debemos ser conscientes de por qué lloran, de por qué lo pasan mal y, de ese modo, tener claro que debemos ayudarles cuanto más, mejor.

Anticiparles lo que va a pasar
Sé que muchos niños ya han empezado el periodo de adaptación y quizás este consejo llegue un poco tarde, pero lo comento porque aún cuando ya hayan empezado se puede seguir trabajando en casa. Este consejo es para niños que ya entienden un poco lo que sucede, que ya conocen el juego simbólico, a través del cual emulan la vida diaria con sus muñecos o representando personajes.

Hablamos de ello hace un tiempo como consejo para niños que empezaban el colegio, pero sirve también para niños más pequeños, siendo conscientes, claro, de que el nivel de entendimiento será menor.

La idea es representar la vida en la guardería con muñecos para que ellos se anticipen a lo que va a pasar. Se puede hacer también representando personajes, el niño haciendo de sí mismo, por ejemplo, y mamá o papá haciendo de la educadora infantil.

A través de los personajes se crean diálogos y situaciones cotidianas para que el niño las vaya conociendo, como por ejemplo la llegada, con un “Buenos días, Martín. Soy Ana, ¿me das un abrazo? ¿Qué tal has dormido hoy? ¿Quieres que juguemos mucho? Genial, pues vamos a decirle adiós a mamá y a explicarle que hoy vamos a jugar a un montón de cosas”.

Cuanto más juguemos a ello, cuanto más entrenemos los personajes más veces vivirá la guardería en un entorno agradable (la vivirá en la imaginación, claro) y más cotidiano se le hará aquello que luego vivirá sin nuestra compañía. Sería, para ejemplificarlo, como los astronautas que se someten a duros entrenamientos para luego poder vivir en el espacio. Estaremos jugando a ir a la guardería y así, cuando vaya, sentirá (un poquito) que ya conoce el ambiente y la dinámica.

Darles el tiempo que necesiten
Con respecto a los periodos de adaptación hay dos problemas que hacen que la cosa no acabe de ir bien: que en la guardería sean demasiado estrictos y no permitan un periodo flexible para el niño y/o que los padres no puedan hacer el periodo de adaptación tan largo como el niño requeriría, por cuestiones de trabajo.

Una persona no se adapta a un nuevo ambiente, a un nuevo lugar y a nuevas personas en dos horas ni en dos días. Los niños tampoco. La finalidad del periodo de adaptación es que el niño vaya conociendo el nuevo entorno, su nueva cuidadora y sus nuevos amigos y amigas para que acabe sintiendo que está en un sitio seguro, no amenazante, incluso cuando su madre o padre no están con él.

Algunos niños tienen suficiente con tres o cuatro ratitos para llevarlo bien, otros niños pueden necesitar hasta un mes y hay niños que pueden estar un año entero (en este caso, más que adaptarse, casi podríamos hablar de resignarse). El caso es que lo ideal es que el primer día entremos con el niño y estemos con él, conociendo el nuevo ambiente.

Ese primer día la cuidadora puede conocer al niño, establecer un contacto con él y los padres, todos juntos, crear un clima de confianza en el que el niño pueda ver que es una persona que puede formar parte de su círculo de personas de confianza.

Al día siguiente los padres podrían entrar también con el niño, creando la cuidadora alguna dinámica en la que participe, pero excluyendo a los padres, que pueden despedirse del niño un ratito (“salgo aquí fuera un momento”) si se queda tranquilo o quedarse si no es así.
Y así, poco a poco, el niño debe ir pasando más tiempo con la cuidadora y menos tiempo con los padres.

He hablado del primer y segundo día como si fuera una pauta, pero no lo es. Simplemente he comentado lo que a mí me parecería normal que se hiciera, que el proceso fuera paulatino y que el niño no se sintiera abandonado, sino formando parte de un nuevo ambiente seguro para él.

Hay guarderías que al segundo día ya no permiten la entrada de los padres (muchos niños lo llevarán mal, por ser totalmente inflexibles) y hay guarderías que tienen las puertas abiertas, es decir, que permiten que los padres hagan el periodo de adaptación como consideren mejor (me quedo varios días un rato y cuando veo que juega tranquilo me despido de él, me quedo con él un rato, veo como juega y luego nos vamos los dos a casa, etc.).

Todo está en encontrar el equilibrio justo para que el niño no lo pase mal (o lo pase lo mejor posible) teniendo en cuenta, como he dicho antes, que si ellos pudieran elegir, escogerían otra cosa.

Despídete, siempre
Son muchos los niños que, por desgracia y por no usar el sentido común, se han sentido literalmente abandonados en la escuela infantil. ¿Conocéis la amarga sensación de estar en un supermercado y darte cuenta de que tu hijo no está a tu lado? ¿Recuerdas qué se siente cuando caminas por varios pasillos y no le ves? Desaparecido. Estaba a tu lado y de repente ya no está. Luego lo encuentras jugando, tranquilo, en cualquier sitio y le dices “¡no te separes de mí, que no sabía dónde estabas! ¡Menudo susto me has dado!”.

Pues es curioso que, teniendo esto en cuenta, los mismos padres sean capaces de aprovechar un momento en que el niño está entretenido para desaparecer y es aún más curioso (o absurdo) ver que son las mismas educadoras las que les hacen gestos de “vete, vete” porque han conseguido tener al niño entretenido.

Está claro que de este modo cuando la madre o padre se va el niño está tranquilo. “Qué contento se queda mi niño en la guardería”, podrá hasta pensar algún padre. El problema es lo que sucede cuando el niño se da cuenta de que se ha quedado “solo”. Ahí llega el momento en que se siente confuso, abandonado y vendido a su suerte. No sabe cuándo se ha ido y no sabe cuándo volverá.

Luego, lógicamente, cuando el niño está con sus padres no les deja ni respirar, no se separa de ellos porque no sabe cuándo, por arte de magia, volverán a desaparecer. Incluso duermen mal despertándose varias veces para cerciorarse, con cada despertar, que sus padres no se han volatilizado otra vez.

Hay que despedirse de los niños, siempre. Un besito, “te quiero”, “me voy a trabajar”, “luego vuelvo”, “pásatelo muy bien, aprovecha para jugar mucho”, etc. Le estás explicando que te vas, le comunicas que durante un rato no vas a estar y que luego vas a volver. El niño se quedará quizás (probablemente) llorando, porque él se quiere ir contigo, allí donde vayas, pero no pudiendo ser, al menos tiene la información. Es lo justo y es lo lógico. Luego en casa, si nadie dice “me voy”, no tendrá motivos para pensar que se va a quedar solo en cualquier momento.

Digamos que la diferencia está clara. En el primer caso el niño se queda tranquilo pero luego lo pasa mal el resto de la mañana por sentirse abandonado. En el segundo caso el niño se queda mal, pero con el tiempo entiende que siempre hay una despedida y un reencuentro y es capaz de enmarcar ese tiempo “solo” entre ambos momentos, el “Hasta luego” y el “Hola, mi amor”.

Lo cierto es que lo he argumentado mucho y realmente no hacía falta tanto: uno se despide porque es lo correcto, lo respetuoso. ¿Cómo os sentís cuando alguien se va sin decir adiós?

Comprensión
El último consejo, pero no por ello el menos importante (de hecho yo diría que es el más importante), es el de ser comprensivos, muy comprensivos y ser muy empáticos.
Tratad de poneros en su piel para saber qué siente y por qué lo siente, apoyadle y ayudadle y tened en cuenta que, si cambia un poco su relación con vosotros cuando está en casa, demandando más contacto y más tiempo con vosotros debéis hacer lo posible por dárselo, porque os está pidiendo que le demostréis que le seguís queriendo.

Separarte de la persona más importante de tu vida es muy difícil, si además esa persona es tu guía, tu referente, tu apoyo en los malos momentos, no sólo puedes sentirte triste, sino también desubicado y sin saber qué rumbo coger (“acabad con el capitán y sus soldados no sabrán qué hacer”).

Poco a poco debe ir apareciendo la educadora, esa nueva persona que le hace de guía durante unas horas, con la que debe coger confianza. Como hemos dicho, esto no sucede en pocas horas ni en pocos días, por eso es necesario que ofrezcamos a nuestro hijo todo el apoyo posible para que el cambio sea tan suave como logremos conseguir.

Fuente: http://www.bebesymas.com
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