14/12/14

Creando hábitos razonables de sueño... también en la adolescencia

No todas los niños necesitan dormir las mismas horas, pero todos los padres deberían procurar las bases para un buen descanso. Esto último se traduce en marcar una hora de irse a la cama, procurar unas condiciones ambientales adecuadas para dormir, vigilar la hora en la que concilian el sueño y poner el despertador como mínimo para nueve horas después (si son adolescentes el mínimo puede descender a ocho horas y media, pero no menos).

Cuando digo nueve horas mínimo, me refiero a horas de dormir, no desde que se meten en la cama; y cuando digo vigilar la hora en la que concilian el sueño, me refiero a asegurarnos (según la edad) de que no tengan a su disposición dispositivos móviles o portátiles, y tampoco un monitor de televisión en la habitación.

¿Que no puedes quitarle a tu hijo de 14 años su smartphone cuando se mete en la habitación?, claro que puedes: tienes una responsabilidad sobre su salud, las repercusiones del déficit de sueño, la posible ‘mala utilización’ del teléfono,… y sobre todo lo has pagado tú y por lo tanto tienes derecho a poner normas, faltaría más.

Un artículo en un periódico de Montevideo, hace referencia a un estudio de 1998 realizado por Amy R. Wolfson y Mary A. Carskadon entre 3000 adolescentes (también está reseñado en la American Pchycological Association). Ya entonces se constató que los alumnos de secundaria con bajo rendimiento solían dormir en promedio 25 minutos menos, y se iban a la cama 40 minutos después que otros que tenían mejor rendimiento escolar.

En 2002, un artículo de Denise Grady en el New York Times, volvía a incidir sobre la falta de sueño de los adolescentes norteamericanos, afirmando que muchos llegan a vivir en un estado de déficit de sueño crónico que no tardará en afectar al estado de ánimo, comportamiento, resultados académicos y tiempo de reacción.

Los adolescentes también deberían crear hábitos razonables de sueño
Son solo ejemplos de las advertencias que aunque no ocupan primeras planas de los periódicos, nos llegan puntualmente. De hecho, también en España (y en 2012), la Asociacion Española de Pediatría, mostraba los resultados de otro estudio, según los cuales el 75 por ciento de los adolescentes reconocen necesitar más horas para dormir.

La somnolencia diurna no conduce a nada bueno, y no es un problema que se resuelve bebiendo café desde los 15 (y llegando a siete tazas diarias a los 21), porque cualquier estimulante - especialmente tomado en las últimas horas del día - dificulta el descanso nocturno.

En esta ocasión, los especialistas volvían a insistir en que es mejor no usar Internet, o las aplicaciones de la tableta, o ver la televisión, inmediatamente (y cuando digo inmediatamente me refiero como mínimo a los 90 minutos anteriores) de irse a la cama. La permisividad en fines de semana tampoco ayuda en la regulación del sueño…

En Kids Health nos hablan de los ritmos circadianos: durante la adolescencia estos se regulan y el cuerpo pide despertarse más tarde, por eso puede resultarles acostarse pronto. Además de esto a estas edades parecen estar muy atareados todos, por la presión en los estudios, el surgimiento de nuevos y múltiples intereses, la necesidad de estar mucho tiempo con los amigos, etc

No obstante, siempre es recomendable crear unos hábitos razonables y más de acuerdo al ritmo de la Naturaleza: es decir acostumbrarse a despertarse con la luz del día, y empezar a disminuir el ritmo a partir de que oscurece (no os riáis porque esto sería lo más adecuado, aunque no lo hagamos).

Para los adolescentes también será útil establecer un horario regular de irse a la cama por la noche, hacer ejercicio habitualmente, acostumbrarse a relajar la mente (nada de pelis de miedo o videojuegos bélicos antes de acostarse), reducir la intensidad de las luces después de dormir, organizar bien el estudio para no quedarse hasta las 3 a.m el día antes del examen (esto es innecesario).

Lo que vengo a decir es que tanto en niños pequeños como en adolescentes, se está retrasando la hora de irse a dormir, y el despertador suena igual que hace 30 años. Y también que además de todas las consecuencias mencionadas arriba, pasar sueño puede ocasionar problemas emocionales y de conducta. ¿Nos lo proponemos y ponemos más interés en esto?

Fuente: http://www.pequesymas.com
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