23/2/11

La Primera Vez De Tu Hijo: ¡No Te La Pierdas!



La primera vez que mi hijo metió un gol, un golazo, regateando a varios contrarios hasta colar el balón en la portería, sus compañeros le preguntaban qué había desayunado. Me sentí muy orgullosa y emocionada con aquel triunfo personal y colectivo del equipo, mientras pensaba qué sería lo que desayuné yo cuando me quedé embarazada de él.

Después de aquel gol, vinieron otros, en forma de buenas notas en matemáticas y lengua, reflejados en su comportamiento, en la forma exquisita que tiene de tratar a sus amigos y en la manera en que cuida su relación con sus abuelos y tíos. Cada primera vez, en su vida, ha sido un acontecimiento en la mía. Es una suerte para los padres poder vivir intensamente dos vidas, una la propia y otra cercana a través de los hijos, pero con otra mirada, más ingenua y dulce que empaña de emociones los momentos cruciales.

Sin embargo, todas las primeras veces no han sido de color rosa. Recuerdo cuando parecía que se ahogaba porque se atragantó con sus propias flemas, cuando a penas tenía unos días de vida, el día en que se hizo una herida tan profunda que se le veía el hueso y tuvieron que darle diez puntos en la pierna mientras le sujetaban entre seis personas, el día que se perdió en busca en frambuesas en un centro comercial mientras su padre y yo vivíamos los minutos más angustiosos de nuestra vida…

Me gustaría seguir, pero mi mente selectiva guarda en el cofre de los tesoros los recuerdos positivos, mientras que los negativos tengo que ir a buscarlos porque están ocultos bajo un telón en un baúl escondido. Y en ese mar de primeras veces, estoy reviviendo su primera palabra, que fue papá, claro, porque yo siempre le estaba hablando de él, sus primeros pasos, cuando se soltó de los brazos de mi madre y vino hacia mi, su primer día en la escuela infantil, como si nada, se quedó tan pancho, la expectación que supuso para él su primer viaje en avión, su primer día de esquí en la nieve repleto de anécdotas divertidas y el primer chiste que nos contó, que nos hizo partirnos de risa por la forma tan simpática de escenificar con gestos aquel torbellino de atropellos hasta llegar al desenlace.

Si hay algo que valoro en esta vida es la suerte de tenerle a mi lado como si cada día fuese el primero y sentir lo que solo los padres y los hijos pueden darse y entregarse entre sí: el calor del corazón.