27/4/15

Ocho juegos para entretener a los niños cuando llueve

Qué no cunda el pánico! Aunque es bueno que los niños aprendan a gestionar su tiempo, si vemos que los juegos de mesa empiezan a aburrirles soberamente, y que tienden a engancharse a los vídeo juegos, ha llegado el momento de intervenir.

No se trata de decirles lo que tienen que hacer, sino más bien de orientarles un poco y de abrir sus mentes a nuevas posibilidades. La idea es que perciban los días de lluvia como una posibilidad de entretenerse con juegos especiales, y no como una faena que le impide salir a la calle a chapotear en los charcos y ponerse de barro hasta las orejas.

Manualidades con lanas, y calcetines viejos
Los juegos de manualidades suelen ser la mar de socorridos. ¿Quién no ha hecho de pequeño un pompón con restos de lana o una marioneta con un calcetín? A mi lo que me entretenía horrores era la técnica del découpage que me enseñó mi abuela.

Aprender la técnica del découpage
Me daba revistas antiguas que ya había leído. Con unas tijeritas yo iba recortando las ilustraciones o las fotos que más me gustaban. Luego, me daba una caja de zapatos vieja, y me enseñaba a colocar las imágenes recortadas sobre su superficie, disponiéndolas con gusto formando una especie de collage que luego pegaba con una barrita de cola, para que no se moviesen. A continuación, para que luego no se me estropease mi pequeña obra de arte, le ponía por encima un poco de alquil diluido en agua, o un barniz. Todavía conserva muchas de estas cajitas, que actuaban como auténticos cofres, donde yo solía guardar mis pequeños tesoros.

Redactar e ilustrar un cuento
El otro día, por ejemplo, me pidió que bajara una del trastero, y juntas volvimos a redescubrir un cuento que había escrito y dibujado cuando tenía 9 años. Había partido unas hojas A4 en dos, y luego las había ordenado todas juntas, como si fuese una baraja de cartas, y las había doblado por la mitad. Les había puesto unas grapas justo en la línea de en medio para que no se soltasen, y había pintado un precioso dibujo en la portada y un título muy grandes con distintos colores, casi tan grande como la firma de la autora, es decir la mía.

En su interior había dibujado viñetas que iban contando una historia de piratas por medio de dibujos en los que no faltaba un barco de madera con grandes velas, una bandera negra y hasta un loro. Yo misma me quedé sorprendida de la gracia que tenían algunos de esos dibujos, y de lo creativa que era en aquella época. Aunque, en honor a la verdad, el mérito era todo de mi abuela, que era más lista que nadie, y que sabía que no hay niños malos sino niños que se aburren.

Tiendas de las Mil y Una Noches
Otro juego que recuerdo me divertía un montón era jugar con mis hermanos a las tiendas de campaña. La abuela abría uno de aquellos enormes armarios roperos que olían un poco a naftalina, y bajaba de las estanterías más altas viejas colchas o telas adornadas con borlitas de pasamanería. Con ellas nos construíamos tiendas de campaña como las de las Mil y Una Noches colgándolas del respaldo de aquellas sillas viejas de madras, y en el suelo poníamos mantas y cojines, mientras merendábamos, jugábamos a las familias con las cartas, o leíamos cuentos en su interior.

El origami o el arte de la papiroflexia
A veces cuando nos aburríamos mucho, íbamos a ver al abuelo que tenía el don de transformar figuritas de papel en animalitos. El nos explicaba que el arte de la papiroflexia, también conocido como Origami, provenía del antiguo Japón, y que llevaba siglos practicándose.

Decorarlos como si fuesen huevos de Pascua
Recuerdo que le salían muy bien los conejitos, las pajaritas y una especie de cisnes de cuellos muy altos. Como ahora las ciencias avanzan que es una barbaridad, he encontrado en Internet muchos tutoriales donde explican cómo se ha de plegar el papel para crear todas estas figuritas. Además, una vez hechas, los niños pueden luego divertirse pintándolas o decorándolas como si fuesen huevos de Pascua.

Sombras chinescas de animales
Otra cosa que hacía genial el abuelo era enlazar los dedos de las manos de distintas maneras para proyectar sobre una pared sombras chinescas de animales. Para que pudieramos verlas bien, y adivinar qué animal estaba haciendo, apagábamos todas las luces del comedor excepto la de un flexo portatil con el que iluminaba una de las paredes, después de haber descolgado un gran cuadro que había.

El abuelo se acercaba mucho de la pared, como a un metro y medio, y a medio metro de la luz. Cuanto más se acercaba a la luz, más grandes se veían las sombras que hacía - que solían ser las de un ganso que abría el pico, las de un lobo, un oso o un elefante con su gran cola.

Hay que practicar un poco para aprender bien cómo se han de colocar los dedos para conseguir estos efectos, pero lo cierto es que la magia hipnótica que nos entretenía entonces sigue funcionando exactamente igual de bien en los niños de ahora, es sólo cuestión de prestarles un poquito de atención. Además, de esta forma, se crean recuerdos de momentos preciosos que duran toda una vida.

Fuente: http://www.pequesymas.com
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