21/5/15

Contagio emocional de padres a niños

Seguro que, como padres, todos hemos presenciado alguna vez una situación similar a esta:

Un niño discute y empuja a otro y el padre, en defensa de su hijo, se encara a voces con el padre del otro niño. ¿Cómo debería haber actuado realmente el padre? ¿Es adecuada la manera que tiene de resolver el conflicto? ¿Controla sus emociones negativas?

Los pequeños, con sus mentes absorbentes, lo están observando todo: no solo su comportamiento, sino que se empapan también de las emociones que están transmitiendo y de su manera de utilizarlas de cara al mundo exterior.

En el vídeo “Los niños ven, los niños hacen”  podemos ver un ejemplo más visual de cómo nuestros hijos son un reflejo de nosotros mismos y cómo todo lo que hagamos en su presencia repercutirá en su futuro:

Los niños ven, los niños hacen

Todas estas situaciones dan cuenta de la importancia de trabajar la inteligencia emocional desde el mismo momento en el que llegamos al mundo. Es más, se sabe que los bebés con una hora de vida ya pueden imitar expresiones faciales. Esto lo hacemos de forma tanto consciente como inconsciente; es el cerebro el que desde ese momento nos premia cuando nos adaptamos a lo que hace la mayoría.

Cuando nacemos somos inocentes, no tenemos miedos ni dudas. Es en los primeros años de vida (los cinco primeros, sobre todo, son claves) cuando empezamos a desarrollar los primeros patrones emocionales que serán fundamentales para relacionarnos con los demás, para crear, construir y, en definitiva, para vivir. Y esto solo podrá darse si nuestras necesidades de emoción y afecto están atendidas por lass figuras más importantes en estos momentos, que somos nosotros como padres.

Como ya hemos dicho, un niño que conoce sus emociones funciona mejor. Si es capaz de ponerle nombre él mismo a lo que siente, si es capaz de entenderlo y aprende a manejarlo, sabrá desenvolverse mejor ante las adversidades y problemas que puedan surgirle durante su vida y no solo consigo mismo, sino también con los demás, ya que aprenderá mejor a empatizar con lo que otras personas sienten. Incluso emociones como la tristeza o el miedo son útiles y necesarias (por ejemplo, el miedo a la hora de huir en una situación de peligro), pero si no se aprende a utilizarlas de manera correcta (tener miedo a enfrentarse a hablar en público) no les beneficiarán en absoluto.

Y es que son múltiples los beneficios demostrados que derivan de un buen manejo de las emociones. Entre ellos se encuentran:

-Un mejor desarrollo de las habilidades sociales.

-La reducción de comportamientos antisociales.

-Disminución en el consumo de drogas.

-Un incremento de la autoimagen positiva.

-Aumento del éxito académico.

-Una mejor salud mental.

-Aumento de comportamientos prosociales.

Por eso es fundamental, como padres, fijarnos en qué emociones sentimos y de cuáles contagiamos a nuestros hijos dándonos cuenta sobre todo cuando estén presentes. Debemos enseñarles la manera correcta de comunicarse (aunque a nosotros nos cueste en nuestro día a día) y hacer que nuestro hijo viva en un clima de afecto intentando que esté rodeado de personas positivas, que se tome su tiempo para tomar sus propias decisiones, que haga deporte… pero sobre todo en un ambiente feliz.

Y es que las emociones se contagian como un virus, por eso es tan importante nuestro comportamiento delante de nuestros hijos para su futuro aprendizaje.

Y como lo nuestro son las historias, aquí os dejamos un pequeño cuento que ilustra muy bien lo que queremos decir. ¡Disfrutadlo!

Autor: El rincón psicoeducativo
Fuente: http://espectacularkids.com
Leer más: http://espectacularkids.com/blog/es/contagio-emocional-de-padres-a-ninos/